Muchas cosas resultaron en la
antigua Grecia. Ha sido ella por excelencia, maestra de toda la cultura
Occidental. De toda la cultura humanìstica y artìstica. Ningùn otro pueblo de
la antigüedad, sin exceptuar a los judios, y eso que estos han influido en nosotros,
ha sido capaz de marcarnos con sus gustos, con su estilo, con su sentido de
armonía.
Grecia marcò a
Roma. Roma, en su afàn de conquista marcò a su vez, el resto de la Europa
bàrbara. Europa, milenio y medio despuès marcò Amèrica. La secuencia històrica
de la impronta cultural es evidente y lógica.
La influencia se
siente en el campo de la filosofìa de manera primordial. Se siente tambièn en
el campo de las artes plàsticas, y con luz preponderante, en el de las bellas
letras.
Grecia generò
filosòfos que se acabò. Filòsofos que explicaron el origen del universo desde
los más diversos puntos de vista dentro del materialismo espontàneo. Llamados
pre-socràticos o cosmogònicos, escudriñaron y elaboraron teorìas filosòsficas
rebuscàndolo todo para encontrar una explicaciòn satisfactoria. De resultas
quedaron respuestas, ni totalmente ciertas, ni completamente falsas.
Antes de la
entrada en escena de Sòcrates, y como la causa que lo precidiò, floreciò un
grupo de filòsofos, o por mejor decir de anti-filòsofos, llamados sofistas.
Anduvieron por los pueblos de la Hèlade enseñando que filosofar era perder el
tiempo. Diciendo que la verdad era inaccesible, por lo que, buscarla era una
tonterìa. Predicando que el hombre era la medida de todas las cosas, de las que
existian y hasta de las que no existian por lo que las leyes, la moral, incluso
la esencia de las cosas eran y se interpretaban como cada hombre la diera la
gana, su real gana.
Estos sofistas
polemistas contumaces, dialècticos de altos vuelos, y sembradores de la
incertidumbre y de la duda para su pecuniaria conveniencia, dejaron, entre
muchas de sus doctrinas una que ha puesto a pensar a los que vinieron: despuès,
es el nihilismo.
Gorgias fue el de
la ocurrencia màs de trescientos años antes del nacimiento de Jesucristo.
Decía nada menos
que nada existìa. No existìan, ni las cosas, ni la capacidad del hombre para
conocerla, y menos para poderlas comunicar.
Desde entonces la
nada tiene vigencia dentro del absurdo, vigencia absurda. La vigencia de no
saber las cosas ni preocuparse. La vigencia de vivir al dia con un despego
total de las raìces que nos atan, ni de las esperanzas que deben iluminarnos.
La vigencia de desplazar, al gobierno, con tanta ligereza, las
responsabilidades que a cada municipio, a cada ciudadano le atañe. Que no nos
digan que esa no es una forma nefasta de nihilismo contagiante.
El egoismo es una
negaciòn del grupo nihilismo de la peor especie. Sin nuestro grupo, sin los que
nos rodean estamos perdidos. Perdemos en desarrollo psicoafectivo, perdemos en
formaciòn, perdemos en cultura. Perdemos en lo econòmico, perdemos en lo
polìtico, sin embargo se fomenta el egoísmo.
El irrespeto es
una forma de las formas màs crudas de consagrar el nihilismo, o sea la nada.
Hay valores que
se suponen intangibles. Atropellarlos es criminal. La bandera, el escudo, los
Padres de la Patria, el himno nacional, el sentimiento patriòtico. La Naciòn,
como instituciòn suprema; el pais como àmbito geogràfico donde exuberante
crece, o debe crecer nuestra eco-sistema a plenitud de garantías.
No habrìa
nihilismo màs rampante que el irrespeto a esos valores, y se da.
Desdichadamente,
lo vemos a diaro, se da.
La consideraciòn
a los demàs es la zapata y garantìa de la paz social.
Acostumbrèmonos a
pensar en los demàs.
Recordemos que no
estamos solos, y que los otros tienen sus sentimientos. La armonìa del universo
hace de la infinita diversidad la màs esplendorosa unidad.
Tengamos presente
que la unidad absoluta es absurda e incongruente. Sòlo la unidad, en la
diversidad y la armonìa es vàlida y potable.
La falta de
consideraciòn rompe la armonìa. La rotura de la armonìa es el caldo de cultivo
ideal para el "florecimiento" del nihilismo en los espìritus,
icnluyendo los màs esforzados.